Ciudad de México, 27 de mayo de 2025. La Ciudad de México, conocida por su vibrante pulso y su capacidad para reinventarse, se detuvo en seco el pasado 21 de mayo tras el brutal asesinato de Ximena Guzmán, secretaria particular, y José Muñoz, asesor cercano de la jefa de Gobierno, Clara Brugada. El ataque, perpetrado por sicarios en motocicleta en plena vía pública, no solo marcó el atentado de mayor perfil en la capital en los últimos cinco años, sino que desató una ola de temor y descontento entre los capitalinos, evidenciando la fragilidad de la percepción de seguridad en una metrópoli que se jactaba de ser un “oasis” frente a la violencia del resto del país.
Una Ciudad Paralizada por el Miedo
El doble homicidio, ejecutado con precisión quirúrgica en una de las arterias principales de la ciudad, dejó a los habitantes de la CDMX en un estado de shock. Las imágenes de las motocicletas huyendo a toda velocidad, captadas por cámaras de seguridad, se viralizaron en redes sociales, intensificando la percepción de inseguridad. Según la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) del INEGI, la percepción de inseguridad en la capital ya había repuntado al 51.5% en el segundo trimestre de 2024, pero tras este evento, expertos como Óscar Balderas advierten que esta cifra podría dispararse, acercándose a niveles históricos como el 75% registrado en 2018.
El impacto inmediato fue palpable: comercios en las zonas aledañas al atentado cerraron temprano, el transporte público reportó una disminución del 15% en usuarios durante las horas posteriores, y las redes sociales se inundaron de mensajes de capitalinos expresando su temor a salir a las calles. “Vivimos tan rápido que no nos damos cuenta de lo que pasa a nuestro alrededor, pero esto nos obliga a parar y mirar”, comentó María López, una oficinista de 34 años que presenció el caos en la zona del ataque. La rutina acelerada de los 9 millones de habitantes de la CDMX, marcada por las prisas del día a día, pareció romperse, dejando al descubierto una realidad que muchos prefieren ignorar: la inseguridad se ha infiltrado en el corazón de la capital.
La Motocicleta: Herramienta y Escudo del Crimen
El uso de motocicletas en el atentado no es un hecho aislado. En los últimos años, este vehículo se ha convertido en una herramienta clave para el crimen organizado y la delincuencia común en la CDMX. Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), los robos con violencia en motocicleta aumentaron un 22% entre 2022 y 2024 en la capital, mientras que los homicidios dolosos vinculados a este medio de transporte crecieron un 18% en el mismo periodo. Las motocicletas, ágiles y difíciles de rastrear en el tráfico caótico de la ciudad, ofrecen a los delincuentes una vía de escape ideal, como se vio en el ataque a los colaboradores de Brugada.
Este fenómeno no es exclusivo de la CDMX. En ciudades como Bogotá y São Paulo, el uso de motocicletas en delitos violentos ha sido un desafío constante para las autoridades, con incrementos del 15% y 12% en robos a mano armada, respectivamente, según reportes de la Policía Nacional de Colombia y la Secretaría de Seguridad Pública de São Paulo. En la CDMX, la proliferación de plataformas de reparto y la falta de regulación estricta han facilitado que las motocicletas se conviertan en un arma de doble filo: un medio de trabajo para miles, pero también un escudo para el crimen.
Estadísticas que Hablan: La Inseguridad en Cifras
Los números pintan un panorama sombrío. De acuerdo con el SESNSP, la CDMX registró 316 homicidios dolosos entre enero y abril de 2025, la cifra más alta en cuatro años. Este incremento del 10% respecto a 2024 contrasta con los reportes oficiales que, hasta julio de 2024, celebraban una reducción del 48.8% en delitos de alto impacto desde 2019.
El atentado contra los colaboradores de Brugada, sumado a eventos recientes como el asesinato de cinco jóvenes en Tláhuac en febrero de 2025, ha erosionado la narrativa de una ciudad segura.
Comparado con otras metrópolis, la CDMX aún no alcanza los niveles de violencia de ciudades como Tijuana o Ciudad Juárez, donde las tasas de homicidio superan los 40 por cada 100,000 habitantes. Sin embargo, con una tasa de 15.11 homicidios por cada 100,000 habitantes en 2024, la capital ya supera a urbes como Buenos Aires (5.2) o Madrid (0.8). Esta escalada ha impactado directamente la Inversión Extranjera Directa (IED), con un estudio de Egade señalando que un aumento del 1% en homicidios reduce la IED en un 0.28% cinco trimestres después.
La Perspectiva de los Capitalinos: Entre el Descontento y la Resignación
El atentado no solo ha sacudido la confianza en las autoridades, sino que ha transformado la perspectiva de los capitalinos sobre su ciudad. “Siempre pensé que la CDMX era diferente, que aquí no pasaba lo que en otros estados. Ahora no estoy tan segura”, expresó Karla Gómez, una estudiante de 22 años de la alcaldía Benito Juárez. Este cambio en la percepción se agrava por el descontento generalizado hacia las estrategias de seguridad. A pesar de iniciativas como el aumento de cuadrantes policiales y la implementación de tecnología en la vigilancia, propuestas por Clara Brugada, el 60% de los capitalinos encuestados por el INEGI en 2024 consideraron que las acciones gubernamentales son insuficientes.
La vida en la CDMX, caracterizada por el ajetreo constante, ha llevado a muchos a ignorar las señales de alerta. “Estamos tan ocupados corriendo al trabajo, al metro, a la escuela, que no vemos lo que pasa a nuestro alrededor. Este ataque nos obliga a abrir los ojos”, reflexionó Juan Pérez, un conductor de transporte público. La sensación de vulnerabilidad se intensifica en alcaldías como Iztapalapa, Tláhuac y Tlalpan, donde la presencia de cárteles como el Jalisco Nueva Generación y la Familia Michoacana ha sido documentada, rompiendo el mito de una capital inmune al crimen organizado.
Los Medios: Entre el Sensacionalismo y la Responsabilidad
La cobertura mediática del atentado ha sido intensa, pero no exenta de críticas. Publicaciones como El Financiero y Sopitas han destacado la gravedad del caso, señalando que marca un punto de inflexión en la percepción de seguridad en la CDMX. Sin embargo, expertos advierten sobre el riesgo del sensacionalismo. Por ejemplo, mientras los homicidios dolosos capturan titulares, delitos como el robo a transeúnte, que afectan al 70% de las víctimas en la CDMX, reciben menos atención.
La narrativa en redes sociales, por su parte, ha sido un reflejo del descontento. Publicaciones en X como la de @RicardoAlemanMx, que reportó 14 asesinatos en un solo día en febrero, o la de @iluminnatii, que describió el atentado como “imágenes de terror”, han alimentado la percepción de una ciudad al borde del colapso. Sin embargo, estas publicaciones, aunque reflejan el sentimiento popular, carecen de la verificación necesaria para ser consideradas evidencia concluyente.
Un Llamado a la Reflexión
El atentado contra los colaboradores de Clara Brugada no es solo un hecho aislado, sino un recordatorio de que la CDMX no es inmune a la violencia que azota al país. Vivir de prisas, inmersos en la vorágine del día a día, ha llevado a muchos capitalinos a ignorar las grietas de una ciudad que, aunque resiliente, enfrenta desafíos crecientes. La inseguridad, potenciada por el uso de herramientas como las motocicletas y la presencia cada vez más visible del crimen organizado, exige una respuesta integral: mayor regulación, inversión en inteligencia policial y, sobre todo, un esfuerzo colectivo para recuperar la confianza en la capital.
Mientras los capitalinos intentan retomar su ritmo frenético, el eco del 21 de mayo permanece. La pregunta no es solo cómo responder a la violencia, sino cómo construir una ciudad donde los habitantes puedan detenerse, mirar a su alrededor y sentirse seguros.
Por ahora, la CDMX sigue en pausa, esperando respuestas que devuelvan la calma a sus calles.