Hoy, 3 de julio de 2025, México conmemora un hito que transformó para siempre su historia democrática: hace exactamente 70 años, en 1955, las mujeres mexicanas acudieron por primera vez a las urnas en una elección federal, marcando un parteaguas en la lucha por la igualdad y la participación política. Este día no solo celebra un derecho ganado, sino el coraje, la resistencia y la visión de miles de mujeres que, contra un sistema patriarcal, forjaron un camino hacia la ciudadanía plena.
El 3 de julio de 1955, las mujeres mexicanas votaron para elegir a los diputados federales de la XLIII Legislatura, un evento que resonó como un eco de justicia tras décadas de lucha. No fue un regalo del Estado, sino una conquista lograda a pulso por figuras como Hermila Galindo, Elvia Carrillo Puerto y Laureana Wright, quienes desde finales del siglo XIX y principios del XX alzaron la voz en publicaciones como Violetas del Anáhuac y en foros como el Primer Congreso Feminista de 1916 en Yucatán.
Estas pioneras, junto a miles de mujeres anónimas, desafiaron prejuicios que las confinaban al hogar, exigiendo un lugar en la toma de decisiones de la nación.
El camino hacia ese histórico domingo de 1955 estuvo lleno de obstáculos. Aunque en 1917 la Constitución no negaba explícitamente el voto femenino, los legisladores de la época argumentaron que las mujeres “no sentían la necesidad” de participar en la esfera pública, una afirmación que hoy suena tan arcaica como indignante. No fue hasta 1947, bajo el gobierno de Miguel Alemán, que se permitió el voto femenino en elecciones municipales, un primer paso tímido pero significativo. Sin embargo, la verdadera revolución llegó con la reforma constitucional del 17 de octubre de 1953, promulgada por el presidente Adolfo Ruiz Cortines, quien cumplió una promesa de campaña hecha ante más de 20 mil mujeres reunidas en el Parque 18 de Marzo en 1952.
Esta reforma al Artículo 34 reconoció a las mujeres como ciudadanas plenas, con derecho a votar y ser votadas en el ámbito federal.
Aquel 3 de julio, las casillas electorales se llenaron de rostros diversos: mujeres ricas y pobres, jóvenes y mayores, urbanas y rurales, todas unidas por la emoción de ejercer un derecho largamente negado. Como reportó el periódico Excélsior al día siguiente, “dio nueva vida a las urnas la presencia de las mujeres”. Entre ellas destacó María Izaguirre de Ruiz Cortines, quien, como primera dama, depositó su voto con orgullo, simbolizando un cambio de paradigma. Ese día, cuatro mujeres fueron electas como diputadas federales: Margarita García Flores, Marcelina Galindo Arce, Guadalupe Urzúa Flores y Remedios Ezeta Uribe, abriendo la puerta a una representación que, aunque incipiente, marcó el inicio de una nueva era.
Setenta años después, el impacto de esa jornada sigue resonando. La lucha por el sufragio femenino no solo abrió las urnas, sino que sentó las bases para hitos posteriores: Aurora Jiménez de Palacios, la primera diputada federal en 1954; María Lavalle Urbina y Alicia Arellano Tapia, las primeras senadoras en 1964; y Griselda Álvarez, la primera gobernadora en 1979. Más recientemente, en 2024, México celebró la elección de Claudia Sheinbaum como la primera presidenta del país, un logro que corona dos siglos de esfuerzos por la igualdad sustantiva.
Sin embargo, la conmemoración de hoy no es solo un ejercicio de memoria, sino un recordatorio de los retos pendientes. Aunque las mujeres ocupan ahora espacios clave en la política —con una Cámara de Diputados paritaria y liderazgos en comisiones antes reservadas para hombres—, persisten desafíos como la violencia política de género, la desigualdad en candidaturas municipales y la necesidad de garantizar derechos sexuales y reproductivos.
En este 70 aniversario, honramos a las sufragistas que soñaron un México donde la voz de las mujeres contara. Su legado nos invita a seguir tejiendo una democracia más justa, donde la igualdad no sea solo un ideal, sino una realidad cotidiana.
Porque, como dijo Hermila Galindo, el voto femenino no fue una dádiva, sino “una necesidad social, un derecho político y una exigencia de justicia”. Hoy, cada voto femenino es un eco de esa lucha y una promesa de seguir transformando a México.