En las calles de la Ciudad de México, el pulso de la modernidad choca con la memoria colectiva. La gentrificación, ese fenómeno urbano que reconfigura barrios bajo la promesa del progreso, ha transformado el rostro de la capital mexicana, especialmente en los últimos años. En la Alcaldía Cuauhtémoc, epicentro de esta metamorfosis, la tensión entre el desarrollo económico y la preservación de la identidad local alcanzó un punto álgido el pasado 4 de julio de 2025, cuando cientos de capitalinos marcharon para exigir un freno a la expulsión silenciosa que enfrentan. ¿Quién gana y quién pierde en este proceso? ¿Cómo llegamos aquí? Y, sobre todo, ¿qué significa para una ciudad que ya lidia con la sobrepoblación?
Una cronología de la gentrificación en la CDMX
La gentrificación en México no es un fenómeno reciente, pero su aceleración en la Ciudad de México tiene raíces claras. Desde la fundación de Tenochtitlán en 1325, el Valle de México ha sido un imán de densidad poblacional, y hoy, con más de 9 millones de habitantes en la ciudad y 21 millones en el área metropolitana, la presión sobre el espacio urbano es inmensa.
El proceso moderno de gentrificación comenzó a tomar forma en los años 2000, cuando políticas neoliberales y la apertura a la inversión extranjera incentivaron megadesarrollos inmobiliarios en colonias céntricas como Roma, Condesa y Polanco. Entre 2000 y 2022, los precios de la vivienda en la CDMX se cuadruplicaron, con alzas aún más pronunciadas en zonas como Polanco, donde los costos crecieron hasta ocho veces. La llegada de Airbnb y el auge de los nómadas digitales tras la pandemia de COVID-19 intensificaron esta tendencia. En 2022, un estudio gubernamental reportó que el número de viviendas temporales en el centro de la ciudad se triplicó desde 2000, pasando de 22,122 a 71,780, con Cuauhtémoc como el epicentro de esta transformación.
La Alcaldía Cuauhtémoc, hogar de colonias icónicas como Roma, Condesa y Juárez, se convirtió en el símbolo de la “supergentrificación”. Barrios que alguna vez fueron refugios de clase media y trabajadora ahora albergan cafeterías de especialidad, restaurantes con menús en inglés y edificios de lujo. El proyecto Mitikah en Xoco, Coyoacán, es un ejemplo de cómo los megadesarrollos han elevado los costos de vida, desplazando a comunidades de ingresos bajos y medios. En 2021, el 53% de los capitalinos reportaron dificultades para pagar la renta, y el 19% tuvieron que mudarse debido a los incrementos.
La marcha del 4 de julio: Un grito por la ciudad
El viernes 4 de julio de 2025, las calles del Parque México en la Alcaldía Cuauhtémoc se llenaron de pancartas con mensajes como “Tu nuevo hogar es una invasión” y “Expat = gentrificador”. Cientos de personas, lideradas por colectivos vecinales como el Frente Anti Gentrificación Mx, protestaron contra el encarecimiento de la vivienda y la pérdida de la identidad cultural. La marcha, que comenzó pacíficamente, reflejó la frustración de los capitalinos ante un fenómeno que perciben como una “expulsión silenciosa”.
Los manifestantes exigieron derechos fundamentales: vivienda digna, regulación de plataformas como Airbnb y políticas que prioricen a las comunidades locales sobre los intereses inmobiliarios. También denunciaron el contraste entre la precariedad de los residentes desplazados y el estilo de vida de los nómadas digitales, quienes, beneficiados por el tipo de cambio, pueden permitirse rentas que para los locales son inalcanzables. Sin embargo, la protesta no estuvo exenta de controversia: algunos negocios, como un Starbucks en Condesa, fueron vandalizados, lo que generó críticas de las autoridades, incluyendo a la gobernadora Clara Brugada, quien condenó la violencia pero reconoció los problemas estructurales de la gentrificación.
¿Quién gana y quién pierde?
Los ganadores son claros: las empresas inmobiliarias, los inversionistas extranjeros y los nómadas digitales.Las primeras se benefician de un mercado donde los precios de la vivienda en colonias como Roma y Condesa han aumentado hasta un 94% en algunas zonas. Los nómadas digitales, particularmente de Estados Unidos y Europa, encuentran en la CDMX una ciudad “barata” y cosmopolita, con rentas promedio de MX$22,314 (US$1,084) en 2021, asequibles para quienes ganan en dólares, pero prohibitivas para los locales con ingresos promedio de MX$6,000 a MX$8,000 mensuales. La economía de servicios también se beneficia, con negocios adaptándose a una clientela extranjera: desde barberías con letreros en inglés hasta cafés que ofrecen “superfood sandwiches”.
Los perdedores son los capitalinos de ingresos medios y bajos, especialmente las comunidades indígenas y trabajadoras. La gentrificación ha desplazado a miles hacia la periferia, donde enfrentan hacinamiento y condiciones precarias. En 2022, el 25% de la población de la CDMX vivía en pobreza, y los barrios gentrificados han visto cómo los comercios tradicionales son reemplazados por cadenas globales, erosionando la identidad cultural. La sobrepoblación agrava el problema: con más de 9 millones de habitantes en la ciudad y una densidad que tensiona los servicios públicos, la llegada de nuevos residentes extranjeros sin regulación adecuada intensifica la competencia por el espacio y los recursos.
Una ciudad al límite
La Ciudad de México, con su vibrante historia y diversidad cultural, enfrenta un dilema. Por un lado, la gentrificación trae modernización, inversión y un auge económico que posiciona a la CDMX como un centro financiero y cultural de talla mundial. Por otro, este “progreso” tiene un costo humano: la expulsión de comunidades, la pérdida de tradiciones y una presión insostenible sobre una urbe ya sobrepoblada. La marcha del 4 de julio no solo fue un acto de resistencia, sino un recordatorio de que el derecho a la ciudad debe priorizar a quienes la han construido y habitado por generaciones.
El gobierno de la CDMX ha prometido medidas, como reformas a la Ley de Turismo para regular plataformas como Airbnb y programas de vivienda asequible. Sin embargo, mientras el dinero hable más alto que las necesidades de los capitalinos, la gentrificación seguirá siendo un campo de batalla. La pregunta no es solo cómo equilibrar el desarrollo con la justicia social, sino si la capital puede seguir creciendo sin perder su esencia. En una ciudad al límite, la respuesta definirá su futuro.