• 11 de julio de 2025 23:51

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G7: Los Auténticos Decadentes

PorMaría Cristina Rosas

Jul 8, 2025

El Grupo de los Siete (G7), que en realidad es el Grupo de los Ocho (G8) (debido a la constante participación de la Unión Europea en este foro) surgió en 1975 en un marco de crisis del sistema capitalista marcado por la ruptura del patrón oro-dólar y el colapso de las instituciones de Bretton Woods, más la visible pérdida de hegemonía de Estados Unidos en el mundo, en parte a causa de la Guerra de Vietnam y la crisis de los hidrocarburos empujada por los Estados productores pertenecientes a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).

Han pasado 50 años desde el nacimiento del G7 (G8) y el escenario internacional se aprecia desolador, con falta de liderazgo, crisis de la gobernanza global, nacionalismos exacerbados, discursos del odio, una polarización política extrema, guerras híbridas, crisis de las instituciones, rechazo a la otredad, y un largo etcétera. ¿Cuál ha sido la aportación del G7 (G8) para hacer del mundo un lugar menos violento y más próspero? En los años 70 del siglo pasado, cuando se observó el sensible declive de EEUU en la gestión de los asuntos globales, las entonces seis economías más importantes del sistema capitalista, esto es Alemania Federal, Francia, Reino Unido, Italia, Japón y Canadá, unieron fuerzas con Washington para garantizar el funcionamiento del sistema y enfrentar los desafíos que se perfilaban en el horizonte. El G7 (G8) también ha sido útil porque en ese tipo de foros se estilan las reuniones bilaterales para que los participantes puedan abordar agendas de particular interés en petit comité.

La 51ª cumbre del G7 (G8) que se celebra en Kananaskis, Alberta, Canadá con el primer ministro Mark Carney como anfitrión, se produce en el marco de tensiones extremas como las guerras entre Rusia y Ucrania, la crisis en Gaza, el conflicto entre Israel e Irán, los aranceles recíprocos de Donald Trump y ya, en un plano regional, los desencuentros crecientes entre México, Estados Unidos y Canadá por temas como la migración indocumentada, el tráfico ilícito de estupefacientes y el rol de la delincuencia organizada, entre los principales.

A la cumbre asisten no sólo los Jefes de Estado o de gobierno de los siete países señalados más la presidenta de la Comisión Europea. El anfitrión, Carney, invitó además a este foro, al primer ministro de India, Narendra Modi; a la presidenta de México, Claudia Sheinbaum; al primer ministro de Australia, Anthony Albanese; al presidente de Brasil, Lula Da Silva; al presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa; al presidente de Corea del Sur, Lee Jae-myung y al presidente de Ucrania Volodymir Zelensky. Con ello el anfitrión ha buscado crear un ambiente plural, con la concurrencia no sólo de los siete habituales participantes (de nuevo, más la Unión Europea), sino añadiendo a economías emergentes y países con peso específico en las relaciones internacionales y/o que mantienen agendas de interés para el elitista foro.

Claro que Carney invito a otros líderes que lo desairaron. Es el caso del presidente de Indonesia, Prabowo Subianto, quien señaló que agradecía la deferencia pero que prefería reunirse con el primer ministro de Singapur, Lawrence Wong y con nada más y nada menos que el presidente de Rusia, Vladimir Putin (¡vaya desaire!). Otros invitados que tampoco estarán presentes en Kananaskis son el príncipe heredero al trono de Arabia Saudita, Mohammed bin Salman y el presidente de Emiratos Árabes Unidos, Mohamed bin Zayed Al Nahyan. Cabe recordar que tanto Indonesia como Emiratos Árabes Unidos son miembros del grupo BRICS +, foro que tendrá su Cumbre de Líderes del 6 al 7 de julio próximo en Río de Janeiro con Brasil como anfitrión. Arabia Saudita hace un par de años fue invitada a adherirse al grupo BRICS pero aun no acepta. Los desaires señalados sugieren que el G7/G8 no tiene el monopolio de la agenda global (en realidad nunca lo ha tenido) y que hay otros foros cuya importancia ha ido creciendo, despertando el interés de diversas naciones del mundo, sean o no poderosas.

A propósito de la Cumbre del G7 (G8) celebrada en Italia, el año pasado, es de destacar el cambio de líderes en la mayor parte de los países miembros. Comenzando por Canadá, todavía en Borgo Egnazia se podía ver a Justin Trudeau, quien, al haber renunciado favoreció la celebración de comicios en su país, donde resultó victorioso el también liberal Mark Carney. En el caso de Estados Unidos, el año pasado, un titubeante y olvidadizo Joe Biden hizo acto de presencia en Italia (incluso se recuerda a Giorgia Meloni, la primera ministra italiana, tomándolo del brazo para traerlo de vuelta la mientras Biden miraba al cielo con la mirada perdida) pero hoy es Donald Trump quien, con todas las medidas punitivas y de poder duro emprendidas desde su arribo a la Casa Blanca contra, especialmente, países aliados y amigos, acapara los reflectores. En Alemania, todavía el año pasado se pudo ver en Italia al canciller Olaf Scholtz, pero tras los comicios del pasado 6 de mayo, Friedrich Merz ascendió como su sucesor. Algo semejante ocurrió con el Reino Unido, donde todavía fue representada en la 50ª cumbre del G7/G8 en Italia, por Rishi Sunak, quien fue sucedido por Keir Starmer a partir del 5 de julio de 2024. Japón también relevó al primer ministro Kumio Kishida de manera que a partir del 1 de octubre de 2024 el gobierno nipón es encabezado por Shigeru Ishiba. En Australia, donde todo parecería indicar que los laboristas perderían la elección, Anthony Albanese obtuvo una contundente victoria para mantenerse por un segundo mandato. En Corea del Sur, tras el intento de golpe de Estado del 3 de diciembre de 2024 de parte del mandatario Yoon Su-Yeol, el presidente fue destituido el 4 de abril del año en curso y en las elecciones subsecuentes del 3 de junio, ganó el controvertido Lee-Yae-mung, quien lo mismo ha sobrevivido a escándalos de corrupción que a un intento de asesinato en 2024. Y para finalizar no se puede dejar de mencionar el caso de México donde se tiene a la primer mujer al frente del poder ejecutivo a partir del 1 de octubre de 2024.

De hecho el G7/G8 prácticamente se ha renovado quizá con las excepciones del presidente de Francia, Emmanuel Macron y de la primera ministra de Italia Giorgia Meloni. Por lo demás, las renovaciones deberían conducir a refrescar las dinámicas de trabajo, a traer a la mesa nuevas ideas y a innovar, hasta donde se pueda, en la solución de los desafíos globales. Pero la 51ª Cumbre del G7/G8 ampliado con la preocupación existente en torno a Donald Trump y su creciente proteccionismo y aislacionismo respecto a los asuntos mundiales, domina la agenda en Kananaskis. Lo que es más: con tantos invitados, se corre el riesgo de que varios de los temas que Canadá ha puesto en la mesa para la reunión como prioritarios se diluyan. Por ejemplo, es indudable que el presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, querrá dialogar con Trump, luego del desastroso encuentro que sostuvo con el mandatario estadunidense en la Sala Oval en mayo pasado. Otro tanto aplica a Zelensky, quien también fue emboscado por Trump a fines de febrero, si bien en el marco del funeral del Papa Francisco en abril pasado, tuvieron oportunidad de dialogar brevemente para limar asperezas. El otro personaje igualmente emboscado ha sido el actual anfitrión de la cumbre, el canadiense Mark Carney, quien el 6 de mayo se reunió con Trump en la Sala Oval, para enfrentar otra vez la propuesta de que su país podría evitar los aranceles si se convierte en el estado 51 de la Unión Americana. Tal parece entonces, que la única que está a sus anchas en esta cumbre es la italiana Giorgia Meloni, quien empatiza en lo ideológico y lo político con Trump. También Narendra Modi disfrutará de la empatía de Trump, con quien se ha reunido y ha intercambiado efusivos abrazos. Esto no es fortuito: a los ojos de Trump, Modi es el contrapeso ideal a la República Popular China con quien Washington mantiene tantas y conocidas diferencias.

¿Y México? Hay que mirar las dos reuniones importantes para la presidenta Sheinbaum en esta cumbre: la que sostendrá con Donald Trump, y por supuesto, con el anfitrión, Mark Carney.

El primer encuentro cara a cara entre Sheinbaum y Trump es ampliamente esperado. México es el país más golpeado por el controvertido republicano, incluso mucho más que la RP China, debido a que la relación bilateral contiene los temas que más adeptos le han ganado a Trump en el vecino país del norte en sus campañas electorales: migración indocumentada, consumo de fentanilo, déficit comercial, delincuencia organizada, fronteras y ahora también el problema del agua a partir de las disposiciones del tratado de 1944 entre ambas naciones. Asimismo, no se puede dejar de lado que la población de origen mexicano en Estados Unidos equivale a la de Canadá -cosa, entre otras cosas, que explica, al menos en parte, el recelo del país de la hoja de arce contra México, puesto que le “roba cámara” en Washington. Aspectos como la aplicación de impuestos a las remesas -tema toral, dado que, después de India, México es el segundo país que más remesas genera desde Estados Unidos- y las protestas en California y otros estados de la unión americana ante las redadas contra mexicanos no sólo indocumentados, sino incluso residentes, sin dejar de lado los aranceles que ya han llevado a diversas empresas a anunciar su salida de México para instalar sus operaciones en Estados Unidos, son sólo algunos de los rubros que la presidenta Sheinbaum deberá tratar con el mayor tacto posible, tratando de evitar una emboscada o peor aún, empeorar las cosas.

En segundo lugar, está la relación entre México y Canadá, que actualmente se encuentra en su punto más bajo. En ello tienen que ver las visas que Trudeau primero desmanteló y luego reimpuso contra los viajeros mexicanos y que han enrarecido la cooperación política que solía haber entre ambas naciones. Pero hay otras cosas: las empresas mineras canadienses que han incurrido en abusos y violentado a activistas ambientales, sin dejar de lado el daño ambiental que producen. La reforma energética también generó tensiones con los canadienses desde los tiempos de López Obrador. Súmese a ello los dichos del gobernador de Ontario, Doug Ford, en el sentido de “echar a México” del T-MEC por ser el país una suerte de esquirol que permite ilegalmente que desde su territorio ingresen mercaderías chinas a EEUU y Canadá. En el fondo hay un problema de prioridades de Estados Unidos. SI bien Canadá es un aliado confiable para Washington, miembro del Sistema de Defensa Aeroespacial de América del Norte (NORAD) y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), es visto como un socio marginal. Como se puede adivinar, para Canadá, América del Norte sólo consta de dos Estados: EEUU y el propio país de la hoja de arce. México no figura no sólo por ser culturalmente diferente, por su menor nivel de desarrollo o por los graves problemas de seguridad que padece. El problema central es que frente a México, es muy sencillo que EEUU haga a Canadá a un lado. Por lo tanto, la solución para Ottawa parecería simple, haciendo eco de Doug Ford: echar a México del T-MEC para tener toda la atención de Trump sobre Canadá. Pero eso no va a suceder aun cuando el T-MEC se diluya o parta en pedazos. Con todo, se le agradece a Carney el gesto de haber invitado a la presidenta Sheinbaum a esta Cumbre, dado que transmite el mensaje de que quiere “arreglar las cosas” con México.

Claro que Sheinbaum por su parte, tendrá una dura competencia de parte de los miembros el G7/G8 ampliado, dado que todos y cada uno de los invitados querrá dialogar con Trump, cosa a la que México debería prestar más atención. La Cumbre además, contará con la asistencia del secretario general de Naciones Unidas, del de la OTAN, y del presidente del Banco Mundial.

En cualquier caso, hay agendas de interés común que la presidenta Sheinbaum puede abordar con los demás participantes de esta Cumbre en sendos encuentros bilaterales para darle un poco la vuelta a Trump. Por ejemplo, India también está siendo golpeada no sólo por los aranceles sino por los impuestos a las remesas. Sería muy interesante, entonces, un diálogo entre Sheinbaum y Modi para explorar opciones ante esta problemática. Por supuesto, es pertinente una reunión con Lula Da Silva por ser México y Brasil las dos economías latinoamericanas más importantes y porque Brasilia junto con Nueva Delhi son parte de los BRICS +. Por cierto, la presidenta ya ha sido invitada a ese encuentro que se celebrará el 6 y 7 de julio próximos en Río de Janeiro. ¿Irá?

Las relaciones entre México y Japón, que tuvieron un excelente comienzo en 1888 cuando Porfirio Díaz instruyó al entonces canciller Matías Romero a firmar un tratado bilateral en pie de igualdad, no han tenido el alto perfil que merecen  y la presidenta muy bien podría tener acercamientos con el nuevo primer ministro nipón Shigeru Ishiba si no para otra cosa, para tratar de relanzar el Acuerdo de Asociación Económica bilateral de 2004 y reforzar los lazos: seguramente Tokio estaría encantado de hacerlo. Corea del Sur tiene una importante presencia comercial y de inversiones en México y ha buscado de manera reiterada promover un tratado de libre comercio con el país por lo que la mandataria mexicana podría acercarse al presidente Lee Jae-myung y empezar a tratar el tema con la seriedad que merece.

Como se ha explicado en otras oportunidades estas reuniones internacionales son importantes no sólo por la foto, sino por los encuentros bilaterales que posibilitan. En el caso de México, que ahora está pagando una dura factura por aislarse del mundo en el gobierno precedente, es alentador ver a la presidenta participando en estos foros, para que conozca y la conozcan, para sobre todo para que genere opciones de cara a la enorme dependencia que el país guarda frente a EEUU. Esa dependencia no se puede remontar de la noche a la mañana pero existe la oportunidad de generar diálogos con otras naciones con las que, por sorprendente que parezca, existen muchas más afinidades que las que se perciben a simple vista. Así, mientras que la Cumbre del G7/G8 en Kananaskis se perfila como el encuentro de los auténticos decadentes (es decir, las naciones capitalistas desarrolladas) de donde se excluye a potencias en ascenso como la RP China, Rusia (que solía participar en este foro) y las monarquías árabes -invitadas a esta reunión pero que se disculparon y optaron por no asistir- donde la consigna parece “todos contra Trump”, podría, en el caso de México dar muchos más frutos si más allá de Estados Unidos, se habla con los líderes sugeridos y se acuerdan compromisos de interés común. Que así sea.

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